Zahara es también un paraíso para los amantes de la naturaleza. Las rutas de senderismo, como la que lleva al Pinsapar o la Garganta Verde, ofrecen paisajes únicos y fauna protegida. Su embalse, además, permite practicar deportes acuáticos o simplemente descansar en sus orillas.
Por Ehab Soltan
HoyLunes – En el corazón de la Sierra de Grazalema, donde las nubes acarician las cumbres y el silencio se convierte en poesía, emerge Zahara de la Sierra como un espejismo blanco entre riscos. Como una joya tallada por siglos de historia, este pequeño municipio andaluz es mucho más que una postal perfecta: es un secreto bien guardado de España, una página viva del pasado y un refugio de belleza salvaje que invita al viajero a detener el tiempo.
El día comienza entre vapores matinales que ascienden desde el embalse, ese espejo azul que custodia Zahara como si fuera su guardián líquido. Las primeras luces del sol descubren el perfil imponente de su castillo nazarí, suspendido en el horizonte como un vigía ancestral que ha visto pasar conquistas, plegarias y romances de otras eras.
Caminar por Zahara es perderse con gusto. Sus calles, empinadas como preguntas sin respuesta, conducen a plazoletas floridas y casas encaladas donde el jazmín y la buganvilla se enredan en los balcones como amantes eternos. Cada rincón murmura historias: de resistencia, de amor, de misterio.
Pero Zahara no es su apariencia de pueblo de cuento. Es su gente. Su hospitalidad sin artificios. Es la señora que te ofrece un vaso de agua fresca al verte subir la cuesta. Es el panadero que aún amasa como lo hacía su abuelo. Es el eco de una copla que se escapa de una ventana abierta.
Y cuando cae la tarde, cuando la sierra se tiñe de fuego y oro, Zahara respira otro aire. Las vistas desde el mirador de los Acebuches se transforman en un lienzo sublime que deja sin aliento. Uno comprende entonces que este lugar no se recorre: se siente.

Durante la Semana Santa, el pueblo se convierte en un escenario fervoroso, donde el silencio y la emoción se funden en un solo pulso. En junio, la Romería de San Juan convierte el entorno natural en un mosaico de fe, alegría y tradición. Pero quizás el evento más singular es la «Recreación Histórica de la Toma de Zahara», cuando vecinos y visitantes viajan al año 1483, reviviendo con orgullo los días en que el pueblo fue tomado por las tropas cristianas, entre corceles, estandartes y fuego.
Zahara es también un paraíso para los amantes de la naturaleza. Las rutas de senderismo, como la que lleva al Pinsapar o la Garganta Verde, ofrecen paisajes únicos y fauna protegida. Su embalse, además, permite practicar deportes acuáticos o simplemente descansar en sus orillas.
Después de explorar las rutas de senderismo y disfrutar de las aguas del embalse, Zahara de la Sierra invita a perderse por sus calles y descubrir sus rincones más emblemáticos.
Comenzamos nuestro recorrido en el «Mirador Tres Provincias», donde la vista se extiende hasta las provincias de Cádiz, Sevilla y Málaga. Desde aquí, el horizonte se despliega en una sinfonía de montañas y valles que cautivan al visitante.
Descendiendo hacia el corazón del pueblo, llegamos a la «Plaza Arco de la Villa», un espacio que combina historia y belleza natural. El «Arco de la Villa», vestigio de la antigua entrada a la villa medieval, nos recuerda el pasado nazarí y cristiano de Zahara.

La «Alameda Jardín de los Pinsapos» ofrece un respiro entre la vegetación autóctona, rindiendo homenaje al pinsapo, especie endémica de la región. Un lugar ideal para la contemplación y el descanso.
La «Plaza del Rey» nos brinda una panorámica del embalse y las localidades vecinas, mientras que el «Mirador de las Peñas«, situado en la Calle Peñas, ofrece vistas impresionantes de la zona norte del pueblo y su entorno montañoso.
El «Mirador Boquete», junto a la Torre del Reloj, proporciona una bella estampa del casco urbano y la Torre del Homenaje, especialmente durante las puestas de sol. La «Alameda de Lepanto» y el «Mirador del Altillo» ofrecen perspectivas únicas del pueblo y su castillo, destacando la arquitectura tradicional y el paisaje circundante.
Al entrar al pueblo, la «Alameda de Rodrigo Ponce de León» nos da la bienvenida con amplias vistas del Embalse Zahara-El Gastor y el entorno natural que lo rodea. El «Peñón de la Horca», al norte de la localidad, brinda una de las panorámicas más completas del casco urbano, el embalse y la Torre del Homenaje, siendo un lugar emblemático para los visitantes.

Los rincones como «El Pinsapo«, «La Perica«, «El Tajo» y «El Beso» invitan a sumergirse en la arquitectura tradicional y el ambiente sereno del pueblo, ofreciendo espacios perfectos para la reflexión, la fotografía y momentos especiales.
Cada uno de estos lugares cuenta una historia, una emoción, una perspectiva única de Zahara de la Sierra. Recorrerlos es adentrarse en el alma del pueblo, descubriendo su esencia a través de sus vistas, su historia y su gente.
Y como buen rincón andaluz, Zahara se saborea. En sus restaurantes se pueden probar platos de caza, chacinas artesanas y dulces conventuales que saben a infancia.
Zahara de la Sierra no es un lugar que se visita: es un lugar que se lleva. Quien lo conoce sabe que algo cambia para siempre. Quizá porque entre sus calles hay una enseñanza escondida: la belleza verdadera no grita, simplemente está… y espera ser descubierta.
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